lunes, 3 de septiembre de 2012

Helénica


En el subsuelo existía aún la confianza de volver a los días felices, recuperar los desayunos, la compra de los sábados,  el colegio de la niña, las facturas por pagar, las rosas en los días señalados, la sonrisa de aquellas fotografías de familia. Pero el último clavo dejó en mis manos cicatrices que nunca, ahora lo sé, nunca dejarán de supurar.  Yo, que tanto me erguí con dignidad y helénica, pinté mis labios con fuego y le ofrecí, desesperada y confusa, a una golfa en saldo.